miércoles, 14 de marzo de 2012

Razón: Felicidad

Nos esforzamos continuamente en mejorar nuestro status social y económico con la esperanza de que esto nos aporte felicidad, ignorantes nosotros de que lo único que conseguimos es alimentar el eterno círculo vicioso. Puesto que es inherente a la raza humana el deseo de estar un nivel por encima de donde nos encontramos, nunca podremos llegar a ser felices si no somos conscientes de que después del siguiente escalón siempre habrá otro.
La verdad es que esto es un hecho del que, si bien no todo el mundo, al menos una gran mayoría de la población es consciente y por lo tanto no estoy afirmando nada novedoso o innovador. Aunque también es cierto que la gente, incluso siendo totalmente conscientes de ello, no son capaces de evitarlo, debido a que es otra de las características fundamentales del ser humano: tropezaremos una y otra vez con la misma piedra si la razón nos dice que debemos hacerlo. Pues al fin y al cabo es natural que la razón de todo hombre acabe dando por cierto esta forma de intentar llegar a la felicidad, pero, ¿y si la propia razón es la que nos engaña? Entonces debemos volver a nuestro estado más primitivo, olvidarnos de pensar y actuar por puro instinto. Y es éste instinto el que nos alejará de la obsesión por conseguir más de lo que tenemos con la esperanza de llegar a la felicidad. Por lo tanto, se podría decir que hemos fallado, o como suelen decir los positivistas: hemos encontrado una forma incorrecta de llegar a la felicidad.
Quizás el problema esté en el mismo concepto de felicidad, puesto que cada persona te contestará algo totalmente diferente cuando intentes indagar. Pregunta a un niño y su felicidad será una bicicleta nueva, hazle la misma pregunta a un empresario y te contestará que es el éxito laboral y si cuestionas a una anciana abuela, te dirá que sus nietos son su felicidad. Bien, llegados a este punto, ¿debemos eliminar alguna de las formas de felicidad? Y en ese caso, ¿cuál? La respuesta es no, ya que si rechazáramos alguna de ellas lo estaríamos haciendo bajo nuestra propia opinión de lo que es la felicidad y por lo tanto, cegados por nuestra razón. Así pues, deberemos aceptar todas y cada una de las definiciones. Parece que no hemos hecho sino agrandar el que ya era un gran problema de gran tamaño al comenzar, pero hemos aportado un dato revelador: la felicidad es distinta en cada persona.
Teniendo en cuenta este detalle, podemos deducir fácilmente que nadie más excepto nosotros mismos conseguirá atisbar el verdadero motivo de nuestra felicidad. Por lo que ningún filósofo, psicólogo o simplemente alguien que quiere ganar dinero fácil puede darte unas sencillas (o complicadas) normas para ser feliz, como se puede ver en las portadas de cientos de libros de autoayuda que triunfan tanto hoy en día. Pero no merece la pena perder mucho tiempo buscando, pues hay personas que no llegan a descubrir la suya hasta el momento de su muerte y otras incluso pueden llegar a morir buscando algo que tal vez ni siquiera exista para ellos. Puedes estar buscando la felicidad toda tu vida y en el final descubrir que tu felicidad era la vida.
Quizás la verdadera felicidad sea el camino y no la meta, por lo que lo mejor que puedes hacer es seguir adelante y disfrutar de las pequeñas cosas que encuentras en tu viaje. Podría ser que esas pequeñas cosas: una hoja cayendo en otoño, las ondulaciones del agua, el arruyo del mar nocturno… todas ellas quizás y sólo quizás sean la verdadera felicidad, la felicidad plena. Pero esto, al fin y al cabo, no son más que suposiciones mías y por lo tanto, no deberíais tenerlas en cuenta.