He visto al amor de mi vida. No, no lo sé porque el tiempo
haya detenido mágicamente su curso o ella resplandeciese de una forma inusual
entre una gran multitud que la rodeara. A decir verdad, a simple vista ha
pasado desapercibida ante mis ojos, pero cuando he vuelto a echar otro vistazo
fijando mi vista en cada persona de la pequeña plaza, me he percatado de la
bella flor en mitad del mar tempestuoso de gente bulliciosa que le rodeaba.
Digo bella flor porque ahora mismo no se me ocurren palabras para describirla
físicamente. Mi mente está demasiado confusa y, al fin y al cabo, todo ha pasado
en breves segundos. Llevaba tanto tiempo esperando que, cuando encontrase por
fin aquella persona que lo significaría todo para mí, iba a ocurrir algo
especial que me he quedado quieto, tal vez esperando ese mágico suceso que nos
uniera para siempre. Pero, como era de esperar, nada ha sucedido y he observado
impasible cómo se marchaba, sin poder hacer nada por evitarlo, pues mis pies
parecían anclados a la tierra y el sonido de mi voz era ahogado antes de salir
por mi garganta. ¿Volveré a verla? A partir de ahora dedicaré mi vida a
encontrarla.