Hacía mucho que mis dedos no aferraban un bolígrafo con la
suficiente fuerza como para deslizarlo con firmeza por las hojas de un cuaderno
y acabar constituyendo una historia. Es una sensación extraña volver a sentir
la tinta creando palabras y escuchar el rasgueo de la punta del bolígrafo sobre
la superficie del papel.
Ha sido gracias a ella, me ha devuelto tantas cosas a mi
vida que no habría tinta en el mundo para agradecérselo. Ella, tan complicada
en su sencillez, a la que un día creí haber amado, para después darme cuenta de
que no era más amor que el que siento hacia cualquier otra demostración de
arte. Que su sonrisa no provocaba atracción física en mí sino felicidad plena,
ese tipo de felicidad que sólo se puede obtener de los pequeños placeres de la
vida.
Me recordó a ti. Tú que eras otra de esas obras de arte en
vida que nos deleitan con sus paseos sobre la tierra. Tú que también me hiciste
creer que era amor lo que sentía por ti cuando simplemente disfrutaba con tu
presencia. Pero desapareciste de mi vida y yo casi había conseguido olvidarte
hasta que ella ha conseguido que vuelvas a mi memoria. Ahora lo veo todo desde
otro punto de vista, los años han conseguido borrar la parte humana, emocional,
de mi mente y puedo distinguir entre el amor y las musas.
Por eso he decidido volver a escribir, porque necesito
volver a sentir todo aquello que sentía cuando escribía para ti. Pero ahora no
serás tú la destinataria de mis historias, ya no. A partir de este momento todo
aquello que escriba será para mí, para quien empezó a ser todo desde un
principio. Porque dejé de disfrutar de lo que escribía y olvidé la verdadera
esencia de por qué lo hacía.
Pero también será para ti, querido/a lector/a, porque tengo
que estar agradecido de que hayas permanecido ahí tanto tiempo sin noticias
mías. Siento haberte hecho esperar, pero he vuelto… y con ganas de provocar en
ti emociones que difícilmente serás capaz de explicar con palabras.