Odio que me despierte tu alarma diez minutos antes de levantarnos sólo porque te gusta darte la vuelta para seguir durmiendo. No me gusta que cada día dejes la taza del desayuno en un lugar distinto de la casa y que luego acabe encontrando las cucharillas debajo del sofá. Detesto que no me prestes atención cuando decido leerte uno de mis textos en voz alta, es algo que siempre me costó demasiado hacer. No soporto que me intentes corregir cuando estoy cocinando ni que dejes comida en el plato. Aborrezco que me eches el humo a la cara y que me pongas el pie helado en la espalda cuando estamos en la cama.
Pero, lo que más odio de ti, es que todavía no nos hayamos conocido.