miércoles, 19 de diciembre de 2012

Un mundo maravilloso.


La vida a menudo nos regala grandes sorpresas. No dejéis de esperarlas, puesto que en el momento menos pensado, podría pasar algo excepcional que os cambie la vida por completo. Aunque, como en mi caso, no sea precisamente a mejor.

Cuando cumplí los 14 años, la mayor de mis sorpresas me llevó a descubrir el cómo y el por qué de mi existencia. Pero supongo que antes debería decir quién soy y por qué os estoy contando esto. Me llamo Louis C. Holiday y, a mis 32 años de edad, estoy muriendo de viejo. A medida que sigo escribiendo, noto cómo mis fuerzas van decayendo cada vez más, por eso estoy recapitulando mi vida completa, intentando encontrar una respuesta al rompecabezas de mi enfermedad.

Recuerdo que el día de mi decimocuarto cumpleaños al despertar encontré un DVD sobre mi almohada y una nota de mis padres avisándome de que llegarían tarde a casa. Bajé corriendo las escaleras e introduje el disco en el reproductor, ansioso por descubrir la sorpresa que me habían preparado. En la pantalla del televisor apareció un hombre ataviado con una bata blanca en cuyo bolsillo podía verse el logotipo que iba a acabar cogiendo tanta importancia para mi. Aún conservo el DVD, de modo que os transcribiré lo que considero más importante para mi historia:

"Bienvenido a Milton Genetics. Forma parte del proyecto Manhattan de nuestra línea de productos humanos. Quizá se pregunte qué significa todo esto. Usted ha sido creado en nuestros laboratorios, utilizando las más novedosas técnicas de modificación genética, para conseguir habilidades excepcionales, tanto intelectuales como físicas. Tal vez haya notado los primeros síntomas: mayor capacidad creativa que sus coetáneos, habilidad para la mayoría de deportes e incluso una mayor percepción de su entorno. El hecho de que haya recibido este vídeo en su decimocuarto cumpleaños no es fortuito  a partir de hoy empezará a experimentar un gran aumento de sus capacidades. Es por ello que deberá someterse a diversas pruebas en los meses sucesivos a este mensaje... "

La grabación continuaba con una especificación técnica del contenido de mi ADN, en la que se detallaban las cualidades de las cuales dispondría cuando alcanzase la edad adulta.

Después de averiguar mi procedencia, tomé la decisión que cambió mi vida y, posiblemente, la de muchas otras personas: me escapé de casa.

lunes, 25 de junio de 2012

Corazón:La habitación de motel.


Se despertó sobresaltado por la vibración del teléfono bajo la almohada, observó la pantalla con los ojos aún medio cerrados descubriendo sin asombro que tenía más de quince llamadas perdidas. No prestó atención a su procedencia y se dispuso a mirar a su alrededor, intentando averiguar en qué lugar se encontraba y qué le había llevado hasta aquella oscura habitación. Pequeños pinchazos martilleaban incesantemente su cabeza, pero no sólo era la cabeza lo que le dolía, sino que podía sentir hasta el último de los huesos de su cuerpo clamando por un poco de descanso. Los retazos de la noche anterior fueron acudiendo a su mente lenta y dolorosamente, le costaba recordar cómo habían sucedido los hechos, pero echando un vistazo a la puerta del baño entreabierta, vio que lo había hecho de nuevo. Se prometió una vez más que la próxima vez debería beber menos o podría acabar teniendo serios problemas.

Lentamente se sentó en el borde del mullido colchón. Trató de poner en orden sus ideas para poder actuar con precisión y así no olvidar ninguno de los pasos que tenía que dar a continuación. Se maldijo así mismo por no haber hecho la maldita lista que llevaba pensando desde hacía tiempo, algún día dejaría de hacer algo y terminarían por cogerlo, con las consecuencias que ello acarrearía. Lo primero que debía hacer era asegurarse de que nadie podría averiguar que esa noche había estado allí, así que mandó un mensaje de texto a su mejor amigo pidiendo que le diera una coartada frente a sus padres, prometiéndole otra vez que le contaría quién era la chica que había estado viendo los últimos fines de semana. Empezó a repasar todo lo sucedido al llegar al motel, para asegurarse de que nadie le había visto directamente y pudiera reconocerlo si alguien preguntaba en los días siguientes. Después se dedicó a recoger todos los restos que había por la habitación de la noche anterior: la caja de pizza, los condones usados y la ropa que había llevado. Se quitó la absurda peluca y las patillas y lo introdujo todo en bolsas de plástico por separado, colocándolas junto a la puerta. Aprovechó para comprobar que ésta estaba bien cerrada, deteniéndose a medio camino mientras se reía de su propia preocupación: como si aquel cutre motel  tuviera servicio de habitaciones que pudiera molestarle.

Por último, decidió que se tenía que enfrentar a lo que se encontraba en el baño y abrió la puerta con lentitud. Encendió la luz y, como había hecho en la habitación, fue recogiendo todo lo que pudiera resultar peligroso que encontrase la policía. Echó una mirada de soslayo a la chica que yacía en la bañera tintada de rojo y recordó que debía hacer una cosa más antes de marcharse. Sacó un pequeño pincel del bolsillo del pantalón y, con la sangre que había en la bañera, escribió en la pared los crímenes cometidos. Había sido realmente difícil investigarla, pero al final había encontrado suficientes pruebas para considerarla culpable. Pegó las fotografías, en las que se la veía vendiendo droga a varios chicos que no debían tener más de 14 años, para que los ineptos de la policía pudieran incriminarla sin problemas y salió del cuarto de baño rápidamente, pues el hedor a sangre seca comenzaba a ser insoportable.

Se sentó en la cama e intentó recordar cómo era el motel en el que se encontraba para buscar una salida sin tener que pasar por recepción. Dedujo que la mejor opción era desplazarse hasta el tejado del edificio de al lado y luego dejarse caer hasta la calle contigua, donde sólo había un piso de altura. Recogió todo lo que había dejado en la puerta, repasó mentalmente una vez más que no se dejaba nada por hacer y salió, cerrando la puerta tras de sí. Una vez fuera se quitó los guantes y los guardó en una de las bolsas negras.

Cuando ya había caminado durante un par de manzanas, sacó una de las bolsas de la mochila y la tiró a un contenedor. Más tarde hizo lo mismo con las demás, mientras pensaba que iba a tener que encontrar otra forma de hacerlo, puesto que eso aún le dejaba con demasiado riesgo de lo que era admisible permitir y, poco a poco terminaría con su escasa economía. Dejó de pensar y cogió el autobús circular, directo a la primera clase de la mañana. Al fin y al cabo no tenía por qué preocuparse: la policía nunca sospecharía de un chaval de diecisiete años que aún iba al instituto. O, al menos, eso creía él.

martes, 8 de mayo de 2012

Corazón: Cuatro palabras.


Me han sentado como una gran jarra de agua fría, helada. Las palabras se deslizan por mi melena cobriza cayendo sobre mi cuerpo, empapándome en su verdad y sufrimiento. Estoy destrozada, pero a la vez, estoy extrañamente feliz.

Es curioso comprobar cómo son los buenos momentos los que acuden a mi memoria mientras mi mente se esfuerza por digerir esas cuatro simples palabras. Recuerdo el primer día que te vi, tus ojos anegados en lágrimas, pero con una sonrisa radiante en el rostro, como si ese día fuera el más feliz de tu vida por mucho que tus ojos lo negaran. Meses más tarde me enteré de qué te había ocurrido aquel día y comprendí que fue el peor de toda tu vida, pero yo por aquel entonces no sabía nada de ti y ni siquiera crucé una palabra contigo por miedo a no saber cómo ayudarte. Nos encontraríamos varias veces más hasta que pudiéramos mantener una conversación y no fue hasta 49 encuentros después del primero cuando nos dimos nuestro primer beso. Todo contigo era como un sueño hecho realidad, como si el amor de las películas fuera real. Ahora comprendo que nada puede ser tan perfecto, siempre tiene que haber algo que lo acabe echando todo por tierra, pero quizás es demasiado tarde para haberse dado cuenta.

El sol acaricia mi pálida piel y yo sigo sin comprender del todo el significado de lo que me has dicho. Quizás lo que más me duela sea que me lo has dicho con la misma expresión de siempre en tu rostro, lo que me ha hecho asegurarme de que era real y, todo lo que hemos pasado hasta ahora, una complicada mentira. Ya te has ido, pero aún recuerdo cómo me has mirado a los ojos, te has acercado lentamente a mi y me has susurrado al oido con tu voz más dulce y melosa: “El amor no existe”.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Razón: Nada & Infinito


La Nada y el Infinito comparten más atributos de los que nadie pudiera imaginar a simple vista:

Ambos conceptos son imposibles de asimilar para la mente humana, ya que nadie puede imaginarse nunca ninguno de los dos. ¿Que usted si que puede? Bien, cuando piensa en la Nada, ¿qué imagina? Existen dos respuestas obvias: o bien usted está imaginando un espacio blanco en su totalidad o por otro lado, ese espacio es negro. Claro está, no se ha acercado a la esencia de la Nada mucho más que si se hubiese pintado el espacio de rojo sangre o amarillo chillón. Puesto que no deja de ser un espacio de un color determinado y por lo tanto es algo o, dicho de otra forma: no es Nada.

En cuanto al Infinito es más sencillo de explicar que nuestra mente no pueda comprenderlo. Seguramente esté imaginando algo muy grande (el universo con millones de estrellas tal vez), pero por muy grande que sea, siempre puede serlo un poquito más, ¿verdad? Ahora bien, este nuevo espacio es más grande que el que usted había considerado al principio, de lo que se deduce que el primero no era infinito y por lo tanto, el segundo tampoco, ya que puede haber otro mayor. También puede recurrir a “los infinitos puntos de una recta”. Bien, usted quiere creer que hay infinitos puntos, puesto que eso es lo que le enseñaron en la escuela, pero, ¿realmente tiene la imagen de esos infinitos puntos? La respuesta es no, como en el supuesto anterior, siempre podrá imaginar más puntos, por lo que ninguna cantidad que su mente pueda crear, será infinita.

Este simple hecho es el que nos impide a los humanos dar una respuesta apropiada a la pregunta de: ¿cómo empezó todo? Puesto que si supiéramos a ciencia cierta lo que implican la Nada y el Infinito, podríamos saber cómo se pudo crear el universo (Infinito) a partir del vacío (Nada) o, según la otra posible teoría, cómo es que algo Infinito ha existido siempre (aunque esta posibilidad conlleva otro concepto aún más difícil de manejar por la mente humana: el tiempo).  Tal vez nuestra imposibilidad de contestar a esa gran pregunta, sea debido a que nuestra mente imperfecta no consigue asimilar los términos.

O, quién sabe, quizás no existan la Nada ni el Infinito y sean simples conceptos que hemos creado para satisfacer nuestra ignorancia.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Razón: Felicidad

Nos esforzamos continuamente en mejorar nuestro status social y económico con la esperanza de que esto nos aporte felicidad, ignorantes nosotros de que lo único que conseguimos es alimentar el eterno círculo vicioso. Puesto que es inherente a la raza humana el deseo de estar un nivel por encima de donde nos encontramos, nunca podremos llegar a ser felices si no somos conscientes de que después del siguiente escalón siempre habrá otro.
La verdad es que esto es un hecho del que, si bien no todo el mundo, al menos una gran mayoría de la población es consciente y por lo tanto no estoy afirmando nada novedoso o innovador. Aunque también es cierto que la gente, incluso siendo totalmente conscientes de ello, no son capaces de evitarlo, debido a que es otra de las características fundamentales del ser humano: tropezaremos una y otra vez con la misma piedra si la razón nos dice que debemos hacerlo. Pues al fin y al cabo es natural que la razón de todo hombre acabe dando por cierto esta forma de intentar llegar a la felicidad, pero, ¿y si la propia razón es la que nos engaña? Entonces debemos volver a nuestro estado más primitivo, olvidarnos de pensar y actuar por puro instinto. Y es éste instinto el que nos alejará de la obsesión por conseguir más de lo que tenemos con la esperanza de llegar a la felicidad. Por lo tanto, se podría decir que hemos fallado, o como suelen decir los positivistas: hemos encontrado una forma incorrecta de llegar a la felicidad.
Quizás el problema esté en el mismo concepto de felicidad, puesto que cada persona te contestará algo totalmente diferente cuando intentes indagar. Pregunta a un niño y su felicidad será una bicicleta nueva, hazle la misma pregunta a un empresario y te contestará que es el éxito laboral y si cuestionas a una anciana abuela, te dirá que sus nietos son su felicidad. Bien, llegados a este punto, ¿debemos eliminar alguna de las formas de felicidad? Y en ese caso, ¿cuál? La respuesta es no, ya que si rechazáramos alguna de ellas lo estaríamos haciendo bajo nuestra propia opinión de lo que es la felicidad y por lo tanto, cegados por nuestra razón. Así pues, deberemos aceptar todas y cada una de las definiciones. Parece que no hemos hecho sino agrandar el que ya era un gran problema de gran tamaño al comenzar, pero hemos aportado un dato revelador: la felicidad es distinta en cada persona.
Teniendo en cuenta este detalle, podemos deducir fácilmente que nadie más excepto nosotros mismos conseguirá atisbar el verdadero motivo de nuestra felicidad. Por lo que ningún filósofo, psicólogo o simplemente alguien que quiere ganar dinero fácil puede darte unas sencillas (o complicadas) normas para ser feliz, como se puede ver en las portadas de cientos de libros de autoayuda que triunfan tanto hoy en día. Pero no merece la pena perder mucho tiempo buscando, pues hay personas que no llegan a descubrir la suya hasta el momento de su muerte y otras incluso pueden llegar a morir buscando algo que tal vez ni siquiera exista para ellos. Puedes estar buscando la felicidad toda tu vida y en el final descubrir que tu felicidad era la vida.
Quizás la verdadera felicidad sea el camino y no la meta, por lo que lo mejor que puedes hacer es seguir adelante y disfrutar de las pequeñas cosas que encuentras en tu viaje. Podría ser que esas pequeñas cosas: una hoja cayendo en otoño, las ondulaciones del agua, el arruyo del mar nocturno… todas ellas quizás y sólo quizás sean la verdadera felicidad, la felicidad plena. Pero esto, al fin y al cabo, no son más que suposiciones mías y por lo tanto, no deberíais tenerlas en cuenta.

miércoles, 29 de febrero de 2012

Corazón: Prólogo

El aire frío le heló los huesos, sintió el gélido aliento de la mañana penetrar en cada fibra de su ser mientras oteaba el horizonte buscando la humareda negra que anunciara la llegada del tren. Llevaba varios días esperando este momento, nervioso e impaciente por el tan esperado encuentro, pero ahora que estaba mas cerca de convertir en realidad los pensamientos que había tenido para ella durante los últimos días, simplemente albergaba un profundo y terrible temor. Tenía miedo de que sucediera algo: de que un grupo asaltara el tren y la descubriera o de que algo no marchara bien y no hubiese podido subir a tiempo, echando por tierra todos sus sueños y esperanzas depositados en aquel viaje.
Miró a su alrededor y observó a las pocas personas que esperaban junto a él en aquella pequeña estación perdida en mitad del desierto: un hombre mayor leía un periódico local echando un humo azulado de su pipa, la cual chupaba de vez en cuando sin prestar demasiada atención a lo que le rodeaba. Una mujer con un niño en brazos paseaba de un lado a otro intentando calmar al bebé susurrándole al oído palabras que nadie jamás recordaría. Y, por último, la persona que más le llamaba la atención: un hombre de unos cuarenta años, vestido con un traje hecho con una tela extraordinariamente brillante y un sombrero calado hasta las cejas, de modo que no se podía distinguir su cara totalmente. Pero no era su extraño aspecto lo que despertaba su interés, pues por aquellos parajes era costumbre ver gente de lo más variopinta. Lo que de verdad resultaba chocante era que, a excepción del leve movimiento de su pecho al respirar, no había movido ni un músculo desde que estaba allí sentado, como si estuviera en una especie de trance esperando a que algo ocurriese.
Apartó sus pensamientos de aquella extraña persona y volvió a centrar su mirada en el horizonte, buscando la señal que le indicara la esperada llegada y por fin vio, a lo lejos, el espeso humo de la vieja maquina. Cerró los ojos y pudo sentir a lo lejos el estridente pitido del tren, señal de que en apenas un par de minutos llegaría a la estación, se detendría lentamente y se abrirían las puertas, liberandole de aquel extraño presentimiento de que algo malo iba a suceder.

martes, 24 de enero de 2012

Corazón: El rey de picas nunca aparece cuando lo necesitas.

Creo que ya es hora de que os hable de lo que ocurrió el día que volví a nacer. Pero antes deberé hablaros de las circunstancias que desencadenaron mi muerte en vida y la pérdida absoluta de todos mis sueños:
Fue un 17 de Julio de hace ya diez largos años. Recuerdo el día en el que todo empezó porque era el aniversario de nuestro primer beso. Siempre que he intentado volver a esos instantes que pasé ese día a su lado se me hace difícil acordarme de los detalles importantes, pero en cambio pequeñas cosas como el olor de su pelo, las uñas pintadas de rojo de su pequeña mano mientras se despedía… las recuerdo como si hubieran pasado hace unos segundos y si cierro los ojos consigo ver una vez más su frágil mano agitándose mientras cruzaba la calle alejándose de mí. Fue la última vez que la vi con vida, por ello quizás guardo ese recuerdo enterrado en lo más hondo de mi corazón. Pues como un viejo amigo me dijo una vez: “los recuerdos que no quieres que sean borrados, siempre deberás guardarlos en el corazón, pues la mente es efímera y tarde o temprano acabará perdiéndolos”.
Dos horas después recibí una llamada del hospital, una voz femenina me estuvo hablando durante varios minutos, pero yo sólo acerté a escuchar palabras sueltas, palabras que dolieron tanto que tal vez debido a ello no conseguí escuchar nada más: lo siento mucho… accidente… el conductor iba ebrio…esas palabras resonaban en mi cabeza una y otra vez, mientras mi mente bloqueada intentaba ordenarlas de la mejor forma posible. Los días siguientes los pasé envuelto en una neblina oscura, ni siquiera recuerdo cuántos días pasaron hasta que conseguí despertar, pero cuando por fin pude abrir los ojos, me puse frente al espejo de nuestro baño y éste me devolvió una imagen caricaturizada de mi mismo: los ojos hundidos y una mirada perdida que me asustó hasta a mi mismo. En ese mismo momento decidí que yo ya había muerto, yo estaba ese día aferrado a su mano cuando el coche la atropelló y mi vida se había ido junto con la suya.
Todo el mundo usa diferentes tácticas para intentar sacar la oscuridad que se acomoda en su interior tras una gran pérdida en su vida: algunos beben, otros se sumergen en la música para crear canciones melancólicas y una pequeña minoría, en la cual debería incluirme, juegan. Por aquel entonces necesitaba gastar todos nuestros ahorros, los que habíamos estado guardando para nuestra vida juntos. Tenía que deshacerme de ellos de una forma u otra, porque me recordaban continuamente lo que había perdido aquel 17 de Julio, las cosas de las que ya nunca podríamos disfrutar. Pero lo que empezó como un método para intentar expulsar la oscuridad de mi interior, acabó por destruirme completamente. Cuando me gasté todo lo que habíamos conseguido ahorrar los años que estuvimos juntos fue demasiado tarde, me di cuenta de que no pude parar y ello me llevó a la situación que desencadenó mi liberación y posterior renacimiento.
Las deudas que tenía en la casa de juego ya ascendían a cantidades inimaginables, pero aun así decidí volver a jugar una última vez. Tras unas cuantas manos, conseguí recuperar algo de dinero, por fin había conseguido tener una buena racha. Hasta que llegó una mano en la que si quería ir debía hacer un: “all-in”. Decidí arriesgarme, pues tenía pareja de ases y un proyecto de escalera de color en el Flop. Mi corazón se detuvo cuando la otra persona enseñó su trio de Jotas. En el Turn se doblaron los dieces, por lo que mi última oportunidad se vio reducida a que la última carta que quedara por salir fuese un Rey de Picas y me diera la escalera de color para poder ganar. Como era de esperar, no lo fue. Ni siquiera logro recordar cuál fue aquella quinta y última carta, pues en ese momento lo único que pude ver era cómo el dinero del que ni siquiera disponía era movido a los brazos de aquel hombre tatuado.
Aún no me explico cómo conseguí salir vivo de aquel tugurio, pero al final conseguí convencer al dueño del local de que le conseguiría el dinero si me daba un par de días. Justo lo que necesitaba para poder desaparecer del mapa. Y es que ese día fue cuando por fin me di cuenta de que mi vida aún no se había acabado. Fue el temor a acabar ahogado en la piscina de aquel matón lo que me dio fuerzas para luchar por mi vida. Vendí lo poco que quedaba de valor en la casa y compré un billete hacia el pueblo más recóndito y lejano que pudiera encontrar, llevando conmigo tan sólo una mochila con ropa y una carta de la baraja francesa, un Rey de Picas, para recordarme todo aquello que perdí y todo lo que me queda por encontrar.
Así llegué a instalarme en esta pequeña casa alejado de la civilización, aunque por el camino sin duda han ocurrido hechos que merecen ser contados. Pero de eso ya os hablaré en otro momento, pues debo acabar de preparar la mochila, ya que mañana pienso abandonar este lugar para no volver jamás. Es hora de renacer por segunda vez.