Una noche, en un extremo alarde de talento y presteza, Odio consiguió capturar y encerrar el nombre de todas las cosas. Nadie pareció darse cuenta al despertarse, hasta que los hombres de negocios, angustiados, no pudieron pedir el desayuno en las cafeterías, las madres no pudieron llamar a voces a sus pequeños para que acudieran a las clases matutinas... la ciudad se paralizó por completo.
A mediodía, en la alcaldía se recibió un mensaje de Odio, en el cual exigía el control de la ciudad. El alcalde, después de estudiar el mensaje de Odio con gran detenimiento, decidió pedir ayuda a Amor, puesto que sabía que siempre estaba dispuesta a realizar todo aquello que supusiera bien a los demás.
Por supuesto, se ofreció encantada y se dirigió a la casa de Odio, donde, con amables palabras, intentó convencerlo de que liberase a los nombres. Odio, impasible ante las lágrimas y buena intención de Amor, se rió frente a su némesis y cerró la puerta con brusquedad. Ante el fracaso de Amor, el alcalde llamó a Ingenio. Él haría entrar en razón al ladrón, no podía fallar. Se plantó frente a su puerta y durante horas expuso a Odio razones con sólidos cimientos, verdades incuestionables a las que Odio, no sabiendo qué responder, decidió contestar soltando a sus perros, haciendo huir a Ingenio.
Entonces, Amor e Ingenio decidieron llamar a sus compañeros y formaron una cúpula de emergencia donde discutieron hasta el anochecer la posible solución al problema con el que se encontraban. Estaban todos: la pequeña Bondad con su vestido azul, la melancólica Tristeza, que caminaba cabizbaja por la sala e incluso la altanera Felicidad, siempre creyéndose superior a los demás. Todos estaban de acuerdo en que debían hacer algo, así que, de forma desesperada, decidieron recurrir a la única que podría solucionarlo.
A la mañana siguiente, todo volvió a la normalidad: los hombres de negocios pudieron volver a pedir su café con tostadas, los padres pudieron instar a sus hijos a que se dieran prisa por acudir al colegio y nadie se preguntó qué había ocurrido ni quién era el responsable de que sus vidas volvieran a ser tan felices como antes.
Cuando Odio despertó, encontró que las celdas donde había mantenido a los nombres estaban abiertas y que una breve nota colgaba del lugar donde había estado el cerrojo, ahora partido por la mitad:
"He devuelto lo que había sido robado, nadie debería tener tanto poder en sus manos. Fdo: Violencia."
Tal vez no sea una buena historia o tenga una bonita moraleja, pero quizás sirva para ilustrarnos que donde no funcionen las hermosas palabras o los argumentos sólidos, podría resultar que si lo hiciera la acción, la violencia.
"Nos llamaron perroflautas, porque sólo teníamos bonitas palabras. Les dimos las razones y nos echaron a golpes."
de lo mejor que has escrito.. aunque a mi forma de entender esta vida, la soluccion nunca es la violencia.
ResponderEliminar¿Y si se alían Odio y Violencia? Piénsalo.
ResponderEliminarR.