Me han sentado como una gran jarra de agua fría, helada. Las
palabras se deslizan por mi melena cobriza cayendo sobre mi cuerpo, empapándome
en su verdad y sufrimiento. Estoy destrozada, pero a la vez, estoy extrañamente
feliz.
Es curioso comprobar cómo son los buenos momentos los que
acuden a mi memoria mientras mi mente se esfuerza por digerir esas cuatro simples
palabras. Recuerdo el primer día que te vi, tus ojos anegados en lágrimas, pero
con una sonrisa radiante en el rostro, como si ese día fuera el más feliz de tu
vida por mucho que tus ojos lo negaran. Meses más tarde me enteré de qué te había
ocurrido aquel día y comprendí que fue el peor de toda tu vida, pero yo por
aquel entonces no sabía nada de ti y ni siquiera crucé una palabra contigo por
miedo a no saber cómo ayudarte. Nos encontraríamos varias veces más hasta que pudiéramos
mantener una conversación y no fue hasta 49 encuentros después del primero
cuando nos dimos nuestro primer beso. Todo contigo era como un sueño hecho
realidad, como si el amor de las películas fuera real. Ahora comprendo que nada
puede ser tan perfecto, siempre tiene que haber algo que lo acabe echando todo
por tierra, pero quizás es demasiado tarde para haberse dado cuenta.
El sol acaricia mi pálida piel y yo sigo sin comprender del
todo el significado de lo que me has dicho. Quizás lo que más me duela sea que
me lo has dicho con la misma expresión de siempre en tu rostro, lo que me ha
hecho asegurarme de que era real y, todo lo que hemos pasado hasta ahora, una
complicada mentira. Ya te has ido, pero aún recuerdo cómo me has mirado a los
ojos, te has acercado lentamente a mi y me has susurrado al oido con tu voz más
dulce y melosa: “El amor no existe”.
Jo. Me he emocionado y todo supongo que me siento identificada o tal vez sea que creas una atmósfera en la cual es imposible no sentir lo que el chico esta sintiendo. De todos los que he leído esta es sin duda mi favorito.
ResponderEliminar