jueves, 2 de mayo de 2013

Cuentos para niños I


Hace mucho tiempo, cuando dos soles lucían en el firmamento, los bosques y selvas lo envolvían todo con sus verdes mantos y la magia impregnaba cada recodo de la Tierra, gobernaban sobre todos los seres vivientes un mago y una bruja que impartían plena justicia y a los cuales todo el mundo adoraba... ¿todo el mundo? No, claro que no. Había un pequeño ser, el protagonista de nuestra historia, que odiaba con profundo rencor a los reyes y a todas las demás criaturas.

Este ser, de naturaleza perversa, desde que tuvo uso de razón planeó por todos los medios deshacer esta armonía y alegría que reinaba en todo el planeta y, para ello, se entrenó durante largos años en las artes oscuras de la magia, consiguiendo encontrar el modo de arrebatar la felicidad a todos: haría desaparecer los soles. Para ello sólo tendría que esperar el día del año en el que los dos astros coincidían en el firmamento y crear un portal hacia otra dimensión que los absorbiese por completo. 

Por fin llegó el día en el que los dos soles se cruzarían y le permitirían llevar a cabo su maléfico plan. Llegado el momento, se situó en la más alta montaña de la región y conjuró el portal que absorbería a los dos soles, sumergiendo el reino en la más absoluta oscuridad. Así fue, ambos astros desaparecieron del cielo, pero sin embargo algo salió mal: calculó erróneamente la distancia y él también se vio arrastrado hacia el portal que había creado, teletransportándose a una dimensión vacía y condenándose a sí mismo a vagar por ella hasta el fin de los tiempos en la más completa soledad.

Mientras tanto en la Tierra cundió el pánico y todos los habitantes lloraron por la pérdida de luz y calor. ¿Cómo iban ahora a crecer los cultivos? ¿Podrían acaso sobrevivir ante el frío que se avecinaba? Lunae, que así se llamaba la bruja, comenzó a buscar en su libro de hechicería algún remedio que pudiera poner fin al terrible problema, pero sin obtener resultados satisfactorios. De repente Solaris, el mago, recordó un hechizo antiguo, tan antiguo que ni siquiera Lunae tenía constancia de él, que podría restaurar el orden en la bóveda celeste pero a un gran coste: su propia vida y todo su poder mágico.Sabían que sería el fin de la magia en la Tierra, puesto que debían usar todos los recursos disponibles si querían conseguir su objetivo. Se despidieron amargamente, puesto que a partir de aquel entonces estarían obligados a evitarse el uno al otro para siempre y comenzaron el conjuro que les permitiría restablecer los astros en el firmamento. En el último momento, Lunae, decidió no usar todo su poder mágico en el conjuro para, de esta forma, conservar una pequeña parte de magia en el mundo. 

Es por esto por lo que el sol ilumina con mayor fuerza y el por qué de que las horas nocturnas siempre estén impregnadas de magia y misterio.

lunes, 22 de abril de 2013

La solución.


Una noche, en un extremo alarde de talento y presteza, Odio consiguió capturar y encerrar el nombre de todas las cosas. Nadie pareció darse cuenta al despertarse, hasta que los hombres de negocios, angustiados, no pudieron pedir el desayuno en las cafeterías, las madres no pudieron llamar a voces a sus pequeños para que acudieran a las clases matutinas... la ciudad se paralizó por completo.

A mediodía, en la alcaldía se recibió un mensaje de Odio, en el cual exigía el control de la ciudad. El alcalde, después de estudiar el mensaje de Odio con gran detenimiento, decidió pedir ayuda a Amor, puesto que sabía que siempre estaba dispuesta a realizar todo aquello que supusiera bien a los demás.

Por supuesto, se ofreció encantada y se dirigió a la casa de Odio, donde, con amables palabras, intentó convencerlo de que liberase a los nombres. Odio, impasible ante las lágrimas y buena intención de Amor, se rió frente a su némesis y cerró la puerta con brusquedad. Ante el fracaso de Amor, el alcalde llamó a Ingenio. Él haría entrar en razón al ladrón, no podía fallar. Se plantó frente a su puerta y durante horas expuso a Odio razones con sólidos cimientos, verdades incuestionables a las que Odio, no sabiendo qué responder, decidió contestar soltando a sus perros, haciendo huir a Ingenio.

Entonces, Amor e Ingenio decidieron llamar a sus compañeros y formaron una cúpula de emergencia donde discutieron hasta el anochecer la posible solución al problema con el que se encontraban. Estaban todos: la pequeña Bondad con su vestido azul, la melancólica Tristeza, que caminaba cabizbaja por la sala e incluso la altanera Felicidad, siempre creyéndose superior a los demás. Todos estaban de acuerdo en que debían hacer algo, así que, de forma desesperada, decidieron recurrir a la única que podría solucionarlo.

A la mañana siguiente, todo volvió a la normalidad: los hombres de negocios pudieron volver a pedir su café con tostadas, los padres pudieron instar a sus hijos a que se dieran prisa por acudir al colegio y nadie se preguntó qué había ocurrido ni quién era el responsable de que sus vidas volvieran a ser tan felices como antes.

Cuando Odio despertó, encontró que las celdas donde había mantenido a los nombres estaban abiertas y que una breve nota colgaba del lugar donde había estado el cerrojo, ahora partido por la mitad: 

"He devuelto lo que había sido robado, nadie debería tener tanto poder en sus manos. Fdo: Violencia."

Tal vez no sea una buena historia o tenga una bonita moraleja, pero quizás sirva para ilustrarnos que donde no funcionen las hermosas palabras o los argumentos sólidos, podría resultar que si lo hiciera la acción, la violencia.


"Nos llamaron perroflautas, porque sólo teníamos bonitas palabras. Les dimos las razones y nos echaron a golpes."

sábado, 6 de abril de 2013

No hagas nada


No pienses, no discutas, no levantes la cabeza, no hagas nada. Enciende la tele y piérdete en una maraña de noticias ajenas totalmente a ti y tu entorno. Observa cómo un desconocido gana un concurso, eso te producirá bienestar. Enfádate con discusiones absurdas televisadas sobre amores e infidelidades o, mejor aún, escucha acerca de la vida privada de personas célebres, no vaya a ser que se te ocurra cómo mejorar tu propio estado. Disfruta de una pizza mientras tu equipo marca un gol, seguro que eso acabará con tus problemas en el trabajo. Consume los productos anunciados, siempre son mejores que aquellos que no disponen de fondos para financiarse veinte segundos en antena. Saborea cada momento de unas vidas que jamás serán como la tuya porque tienes miedo de hacer las cosas.

Permanece sentado frente a tu televisor, eso es lo que ellos quieren.

sábado, 9 de febrero de 2013

Nightmare


Encerrado en tu propia casa, entre tus propios pensamientos. Taciturno, anegado por lágrimas que pugnan por salir pero se quedan aferradas a tu garganta, impidiendo que salga cualquier sonido de tu boca. Te ahogas, no puedes respirar pero aún así luchas por conseguir que un poco de aire entre en tus pulmones, abriendo y cerrando tus labios sonoramente, boqueando como un pez fuera del agua. Consigues por fin que un pequeño soplo se cuele por tu garganta, pero no sirve de nada, el aire llega a los pulmones y es devuelto intacto, como si tu cuerpo quisiera lo que tu mente no para de clamar a voces. Desesperado abres la ventana, esperando que el frío del exterior te despierte de la pesadilla que estás viviendo.

 Descubres que todo es inútil, no te queda otro remedio que aceptar tu destino, así que decides tumbarte en la cama y esperar. Poco a poco vas cerrando los ojos, esperando que llegue el final, pues allá donde vas el sufrimiento acabará. De repente una sonrisa aflora en tus labios: al fin, después de tanto tiempo, vuelves a ser plenamente feliz.

jueves, 7 de febrero de 2013

El sótano.


No sé dónde estoy. He despertado en un extraño sótano en el que la única fuente de luz es la rendija bajo la puerta que se encuentra a diez pies sobre donde estoy. La luz es demasiado débil y no veo nada a mi alrededor, pero tengo las manos atadas a la espalda y noto sangre seca en un lateral de la cabeza: su olor comienza a darme náuseas. No tengo ni idea de cuánto tiempo llevo aquí tumbado, pero tengo la boca pastosa y siento la imperiosa necesidad de beber agua: creo que me han drogado. Lo último que recuerdo es que estaba leyendo en la cama, hasta que me quedé dormido como la mayoría de las noches.

Intento levantarme a duras penas, pero descubro que la correa que me ata las muñecas también está sujeta a lo que parece la tubería de la caldera que suena a mi derecha. Para mi sorpresa, los pies los mantengo libres, así que aprovecho para incorporarme ligeramente y apoyar la espalda en la pared. Mis ojos se han acostumbrado lentamente a la oscuridad reinante, por lo que empiezo a distinguir lo que me rodea. Efectivamente me hallo en un sótano, no demasiado grande, en el que sólo hay una pequeña mesa de herramientas, una lavadora oxidada y una vieja caldera que no cesa de repetir una serie de ruidos rítmicos y monótonos.

De repente escucho pasos y veo a través de la rendija cómo una persona se detiene ante la puerta y comienza a manipular la cerradura. Cuando abre, la luz me ciega parcialmente y no puedo distinguir quién es, pero lleva algo en la mano, que me arroja con fuerza y cae sobre mí, golpeándome en el estómago. El golpe me pilla de improviso y me da con toda su fuerza, haciendo resbalar por mis mejillas dos rápidas lágrimas que caen para morir en el suelo de hormigón. La figura permanece en el arco de la puerta varios segundos, observándome. Se encuentra a contraluz y no puedo diferenciar sus rasgos, aunque parece que lleva una extraña máscara que le cubre la mayor parte de la cara. Lentamente da un paso hacia atrás y cierra la puerta sin parar de mirarme, dando tres vueltas al cerrojo, encerrándome de nuevo en este oscuro sótano. Me ha parecido ver una sonrisa en el fragmento de su rostro que no estaba cubierto por la máscara.

Cuando mis ojos vuelven a acostumbrarse a la ausencia de luz, descubro qué es el objeto con el que me ha golpeado: un bidón de ciclismo lleno de agua. En ese momento estallo en lágrimas, pidiendo auxilio con toda la fuerza de mi voz.

viernes, 11 de enero de 2013

Diario del amor en el mundo. Día 1.



He visto al amor de mi vida. No, no lo sé porque el tiempo haya detenido mágicamente su curso o ella resplandeciese de una forma inusual entre una gran multitud que la rodeara. A decir verdad, a simple vista ha pasado desapercibida ante mis ojos, pero cuando he vuelto a echar otro vistazo fijando mi vista en cada persona de la pequeña plaza, me he percatado de la bella flor en mitad del mar tempestuoso de gente bulliciosa que le rodeaba. Digo bella flor porque ahora mismo no se me ocurren palabras para describirla físicamente. Mi mente está demasiado confusa y, al fin y al cabo, todo ha pasado en breves segundos. Llevaba tanto tiempo esperando que, cuando encontrase por fin aquella persona que lo significaría todo para mí, iba a ocurrir algo especial que me he quedado quieto, tal vez esperando ese mágico suceso que nos uniera para siempre. Pero, como era de esperar, nada ha sucedido y he observado impasible cómo se marchaba, sin poder hacer nada por evitarlo, pues mis pies parecían anclados a la tierra y el sonido de mi voz era ahogado antes de salir por mi garganta. ¿Volveré a verla? A partir de ahora dedicaré mi vida a encontrarla.